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El Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial J. T Borda sito en Carrillo 375, alberga a
1039 pacientes,'. Es un hospital monovalente, cuyos usuarios son de sexo masculino,
excepto terapia a corto plazo que cuenta con un sector donde se hayan cincuenta mujeres.
Dicha Institución cuenta con treinta y cuatro servicios de atención psiquiátrica.
El servicio de Terapia Ocupacional se encuentra en el área de Rehabilitación, que está
integrada también por Hospital de Noche, Espacios Compartidos, Terapia Corporal y
Sicología Social.
Esta Institución en el área de Salud Mental es la más grande del país y cuenta con un
presupuesto de 27.785.846,05 pesos reales anuales'. Sus condiciones edilicias son
realmente precarias, el estado en que se encuentran la mayoría de los servicios se
contradice con los ingresos que son otorgados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires.
En Agosto de 1999, ingresé a dicho Hospital, con el fin de realizar mi primer Práctica
Clínica en Terapia Ocupacional, esperando ver un pandemonio de personajes delirantes,
con poses napoleónicas, profundos discursos a las paredes; me encontré en un mar de linyeras con ropa de locos, esto es: pantalones cortos, camisas largas, zapatos
eternamente grandes, escasos de cinturones, dejando la intimidad en manos del cielo y
transeúntes ya acostumbrados, sin rubor ni asombro.
Estas personas, a las que me refiero, transitan por las calles y pasillos del nosocomio y
en su mayoría poseen el diagnóstico de psicosis. Esta institución de tipo total basada en
el aislamiento y el encierro donde el espacio del hospital se asemeja a un escenario
carcelario, esto es: pabellones simétricos de colores neutros sin tiempo ni nada que los
distinga uno de los otros y con un elemento que termina por configurarlo: el olor
mezcla de orina y mugre de cuerpos faltos de cuidados de años de aislamiento y de ocio
forzado.
Si se tiene en cuenta las características propias de la población que asiste dicha
institución, usuarios que padecen sufrimiento psíquico, o desde lo formal pacientes
diagnosticados en su mayoría con psicosis, nos encontramos con sujetos cuyos cuerpos
están fragmentados o despedazados, por tanto sería fundamental y necesario por parte
del personal de
institución el adoptar un posicionamiento activo, propiciando un
compromiso corporal con la intención de servir a la reunificación del yo- cuerpo del
paciente, posibilitando un inter juego con el adentro-afuera e intentando poner un orden
en las vivencias de caos y desorganización, propiciando de esta forma, por medio de la
presencia de los profesionales tanto en términos corporales sino también por medio de
la palabra. Participando como tercer miembro de esta relación la institución, que
reglamente la organización real de las actividades, dentro de un espacio y un tiempo
acordes a las necesidades de los usuarios y el personal de la institución. Después de esta breve descripción es posible preguntar, ¿ hasta qué punto se puede
sostener la intimidad — privacidad de estos sujetos, en un lugar donde el aislamiento y las
condiciones edilicias decadentes se proponen como condición natural de un centro de
salud? Y mas aún, si se explora a las actividades de la vida diaria desde el lente de los
Terapistas Ocupacionales se puede plantear investigar acerca de la relación existente
entre la organización institucional respecto de las actividades de la vida diaria y la forma
en la que realizan las mismas los usuarios. |
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